Volando muy alto

Numeroso público ha cruzado las puertas de Gran Teatro este fin de semana para ver La Jaula de las Locas, el musical de Broadway con libreto de Harvey Fierstein y música y letras de Jerry Herman basado en la comedia homónima de Jean Poiret que ha contado con Roser Batalla y Roger Peña para su adaptación a la escena española.

Durante algo más de dos horas y media el público viajará a la costa azul francesa para disfrutar de La Cage aux folles, un exótico Cabaret de Saint Tropez. Allí seremos recibidos por George como maestro de ceremonia y Albin, su pareja desde hace quince años, que al salir a escena se transforma en la glamorosa Zaza.

En su poco convencional y feliz vida sin complejos han educado a Jean Michel, hijo de Georges fruto de otra relación y que Albin acogió como propio. El germen del conflicto aparece con el anuncio de compromiso de Jean Michel con Anne, hija de un diputado ultraconservador y la inminente visita de este junto a su esposa para conocer al padre y “madre” del joven enamorado. Con la trama servida, disfrutaremos de esta comedia de enredo intercalada con números musicales y de baile que nos arrancarán carcajadas y alguna que otra lágrima.

Àngel Llàcer y Manu Guix cogen del brazo el exitoso musical americano y lo convierten en un formato cercano al espectador de aquí, rompiendo las reglas de ceñirse a lo prefabricado para ser más afines al contexto y situación de cada lugar donde actúan.

Gracias a ese guiño constante, el público entra por voluntad propia en el bolsillo de cada intérprete que sale de la jaula para contagiarnos con su locura. No es fácil lograr la magia necesaria que absorba la atención del espectador y esta se consigue gracias al equipo de más de sesenta personas entre actores, actrices, cantantes, cuerpo de baile, orquesta y personal técnico que conforma la producción en gira.

Todo el equipo artístico brilla con sus intervenciones corales e individuales, pero el alma de la representación recae en el trio formado por Armando Pita, Iván Labanda y Jorge González. Su complicidad en escena es más que evidente y son muchos los momentos en los que ellos mismos no pueden disimular su diversión mientras actúan. Junto al resto de la compañía elevan la escena a grado que nos levantan de la butaca para aplaudir en varias ocasiones a lo largo de la función. Espectacular.

Dentro de poco La Cage aux folles cumplirá medio siglo de su estreno. Desde entonces, la obra de Jean Poiret nos sigue acompañando al tiempo que la sociedad se transforma. Lo que hace décadas para la mayoría era una comedia de mariquitas, hoy es un canto que invita a romper con moldes introyectados de moral y costumbre añeja. Así pues, cada cual que sea lo que es. Y si hay que volar, mientras más alto mejor.